Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.

Abraham Lincoln

miércoles, 3 de marzo de 2010

Nueva estrategia

Ayer, José de la Cavada, director de relaciones laborales de la patronal, dijo que tienen la intención de poner encima de la mesa del diálogo social un nuevo tipo de contrato para jóvenes menores de ¿30? años. El mismo consiste, en román paladín, que las empresas ofrecerán trabajo pero que los trabajadores no esperen cobrar por ello.

Hoy, ante la avalancha de críticas (todas lógicas por otra parte) el presidente de la CEOE, ese gran empresario, muestra su cara amable diciendo que de eso nada, que no son tan cafres, que propondrán otras cosas.

Esto es la vieja táctica de las comisarías del poli bueno y del poli malo. El poli bueno, Díaz Ferrán, dice que o se llega a un acuerdo con él o suelta al poli malo.

Y todo esto ocurre en un momento de despiste generalizado del Gobierno de ZP, incapaz de saber de donde sopla el viento, desbordado por sus apoyos sociales tras la tontería esa de hacernos trabajar hasta los 67 años, despistado en la mesa de negociación del gran acuerdo de Estado (ahora el PP dice que sí, que mañana firma lo que proponen), y acojonado por los especuladores internacionales de Wall Street.

A su vez, los sindicatos, sin referente político se encaminan a una batalla perdida de antemano, una batalla a la defensiva, en un medio hostil, que no conocen, sin huestes y sin pertrechos, con los elementos en su contra y sin dirección clara. No es un tema menor el reconocer que en un país como el nuestro, con 22 millones de trabajadores, entre los dos sindicatos mayoritarios alcancen unas cifras de militantes que tan apenas llegan a los dos millones y medio mientras que la CEOE agrupa a un millón cien mil empresarios (muchos de ellos autónomos)

Corren malos vientos para la clase trabajadora, en primer lugar porque los trabajadores no son conscientes de que lo son y tampoco lo quieren ser (en eso habría que pedir responsabilidades, y muchas, al PSOE y los años de Felipismo), pero en segundo lugar porque las estructuras que podían dar cabida a esos trabajadores están oxidadas, sin lustre y sobre todo sin empuje.

Ya hace años que UGT y CCOO renunciaron a superar el capitalismo y se convirtieron en sindicatos-gestores siendo cada vez más una empresa de servicios a sus afiliados que realmente un instrumento válido de la clase obrera.

Hace años que asumieron el discurso felipista (y por lo tanto neoliberal) lo que les privó de argumentos en los diferentes procesos que hemos vivido durante las dos últimas décadas. La locura actual de contratos laborales son consecuencia del consenso y del diálogo social (esa tabla que flota en medio de la inmensidad del océano a la que se aferran como lo que son: náufragos) A ello hay que sumar la precariedad de un movimiento sindical que se ha mantenido en un vergonzoso silencio desde hace un par de años que le ha llevado a la pérdida de credibilidad social y que en este momento sabe que cualquier planteamiento de movilización masiva es una derrota sin paliativos.

Algo debemos tener claro: nos la clavarán, a lo bruto y sin anestesia con el PP en el gobierno o suave y con anestésicos con el PSOE en La Moncloa.

Por cierto ¿saben que ha comenzado una nueva edición de Gran Hermano?

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