Lo cierto es que no soy muy aficinado al fútbol. Alguna vez veo algún partido, pero sin excesivas alaracas. Es más, el del pasado sábado, el del Huesca-Zaragoza, lo vi a ratos. Bueno, no voy a hablar del partido sino de lo que pasó en las gradas (que me he enterado a través de los comentarios en el bar, durante y el café, y lo que se ha escrito en la prensa local)
Hijoputa, hijo de perra, cabrón, escupitajos, insultos racistas a un jugador negro... parece ser que fue la norma. Naturalmente todos ellos hacia el Zaragoza y sus jugadores.
Yo pensé que eso de animar a un equipo era darle ánimos, cantar a favor suyo y en todo caso silbar cuando avanzaba el otro equipo.
Yo pensé que lo de los insultos podían llegar en momentos muy determinados y contra un jugador (que se ha tirado a la piscina para que piten un penalti inexistente) o al árbitro si se equivoca de forma estrepitosa.
Yo pensé que esos momentos, de bronca y miseria, eran puntuales y además no participados por todo el mundo, que era cosa de cuatro energúmenos pero que el resto de la afición no seguía a los cafres hasta el final.
Estaba equivocado. Los borregos de Huesca parece que son muchos. Y además muy borregos. Seguramente son los mismos borregos que hace años seguían con el mismo afán a la Marcha Verde y son los mismos borregos que mañana, cuando los cafres decidan alguna otra "lindeza", se ampararán en la masa y encabezarán la revuelta contra ellos mismos.
¡Cuánto tonto hay en mi pueblo!
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