Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.

Abraham Lincoln

viernes, 20 de abril de 2012

El Rey y mi suegro

Este es el título de una carta que suscribe hoy en DIARIO DEL ALTOARAGÓN un ciudadano que se llama Antonio Nadal.  Nada mejor que reproducirla en este blog:

No es lo mismo que se rompa la cadera un rey que un contribuyente cualquiera, aunque la lesión sea la misma. Al Rey no le han operado en la Seguridad Social de la rotura de cadera sino en un hospital privado. Por eso le operaron inmediatamente, no tuvo que esperar una semana inmovilizado en una cama a la espera de que le tocase el turno de un quirófano disponible, como le pasó a mi suegro en el Hospital Clínico de Zaragoza. A mi suegro tampoco le han dado ningún día solomillo para comer, que es lo que dicen que comió el rey en compañía de su mujer Sofía, aunque ésta, vegetariana, prefirió comer merluza. Es de suponer que sería una merluza fresca y tal vez el solomillo que se metió entre pecho y espalda el rey fuese de elefante. Dicen que la carne de elefante es una delicia y que cada vez hay más demanda. En Bangui se vende carne ahumada de elefante a 5,45 dólares la libra. En la región centroafricana se cazan elefantes más por la carne que por el marfil. En la Seguridad Social no se suele comer bien, ni en la habitación ni en el bar. Ni siquiera te puedes tomar una cerveza con alcohol. Tampoco ha sido necesario que la reina se quedase en la habitación toda la noche velando al rey, que es lo que suelen hacer todas las mujeres cuando sus maridos están ingresados en un hospital, sobre todo en los públicos. Hay mujeres que pasan las noches sentadas en una silla o un sillón durante semanas al cuidado de sus maridos. Todos no pueden pagar a un cuidador y los familiares han de hacer la labor de un sanitario o prestar un apoyo que no carece de responsabilidad. Mi suegro, viudo, no pudo contar con la compañía de su mujer, sí con la de sus hijos y una chica joven a la que tiene que pagar con el esfuerzo de una pensión de jubilado. A mi suegro, después de la operación no le han proporcionado unas muletas de última generación como las del rey, sino que se ha tenido que comprar un andador, artilugio que llevan muchos ancianos para desplazarse por casa y por la calle. Le gusta mucho el solomillo, pero nunca le dieron eso para comer. Para que comiese algo le llevaron sus hijos un frasco de sal al hospital porque de lo contrario no quería comer algo tan soso. Mi suegro también disponía de un seguro médico privado hasta que la compañía lo rechazó porque gastaba más de lo que pagaba. Es lo que sucede con las compañías privadas, que prima el negocio sobre la salud o lo que se trate. Menos mal que contamos con la Seguridad Social, aunque cada día nos cueste más. Al rey también le visitan sus hijos, como es normal. Son visitas de corta duración porque parece que tienen mucho trabajo. A la infanta Elena le preguntaron unos periodistas qué pensaba de las críticas a su padre en relación con la cacería y ella contestó que no había oído nada porque trabajaba mucho. Su trabajo debe de consistir en ir de Froilán a Juan Carlos y viceversa, ambos lesionados por parecidas causas. Estas infantas españolas no se enteran de nada. Cristina no sabía de los negocios de su marido aunque llovían los dineros y Elena no oye nada por mucho ruido que se produzca.

1 comentario:

Víctor C. dijo...

Muy buena la carta que le dirige esta persona al Borbón.

El Borbón es esclavo de sus propias palabras, de aquellas que profirió durante su discurso de Navidad, en las que decía que todos somos iguales ante la ley y que las instituciones y quienes las forman deben presentar comportamientos ejemplares y éticos.