Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.

Abraham Lincoln

martes, 8 de octubre de 2013

Una fábula política

Vale.  Hoy hay reunión de pastores en la Plaza de Zaragoza.  ¿Qué pasará?  Que la peatonalización sí pero de otra forma.  Unos dirán que están a favor siempre que pasen los coches, otros que hay que hacerlo poco a poco, primero que no pasen los coches amarillos con dos franjas negras que les crucen el techo, luego que no circulen tampoco los descapotables matriculados antes de 1967 para, a continuación, tomar un respiro de unos meses y poder aclimatarnos ante tanto cambio.

Pero la actualidad nacional nos reclama y creemos necesario dar un salto a otras aguas y descubrir nuevas tierras, por ello hemos pensado en contarles una fábula al estilo de Esopo.

Hubo una vez unas gentes que vivían en una tierra que era distinta a la de sus vecinos.  Sus casas, sus ropas, su forma de hablar, de expresarse, incluso los ademanes en el paseo cotidiano vespertino eran distintos a sus vecinos.  Por no hablar de la gastronomía, pardiez, ya no se puede hablar de sutilezas, se tenía que convenir que, comer, lo que es comer, no tenía nada con lo que ingerían sus vecinos.  Y sobre todo su historia era muy diferente de la de los demás.
Estas gentes estaban sometidas a un gobierno autoritario que les oprimía de muy diferentes formas y maneras: pagaban más impuestos que los demás y sin embargo recibían menos inversiones, no les dejaban educar a sus hijos como ellos querían y les obligaban a tener la misma educación que al resto... incluso los médicos y los hospitales eran comunes para todos.
Pronto el malestar creció y el hecho diferencial se convirtió en un tsunami entre esas pobres gentes que salían a las calles reclamando, al principio más autogobierno para, ante la incomprensión del resto, desembocar en una demanda directa de independencia.
Pronto líderes destacados de diferentes partidos políticos se pusieron a  la vanguardia de las demandas ciudadanas y el movimiento cobró fuerza política.
Sus vecinos, aterrados, no comprendían, o querían comprender lo que estaba pasando.  Eran acusados de mezquinos, de vagos, de vivir a su costa, de recibir más inversiones que ellos y encima lo hacían con su dinero ya que eran los que más impuestos pagaban...
Desgraciadamente no podemos decirles como termina la historia de aquellos pobres oprimidos del barrio de Salamanca por los opresores de Vallecas, Carabanchel, Lavapiés, Usera, Latina...

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